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CAMPO DE MAYO

Conmovedor testimonio de un ex conscripto secuestrado mientras hacía el servicio militar obligatorio

Se trata de Gerardo Jorge Morales y también prestaron testimonio un compañero que conoció en esa oportunidad y su primo.

Miércoles 23 de Abril 2025
Conmovedor testimonio de un conscripto secuestrado mientras hacía el servicio militar obligatorio
Día 12 del juicio de lesa humanidad

Al igual que otros 9 juicios de lesa humanidad, Derechos Humanos de la Provincia es querellante y acompaña a los testigos a través del Equipo de Acompañamiento en los juicios que se juzgan delitos de lesa humanidad perpetrados durante la última dictadura cívico militar.

En este caso, los imputados son tres represores y lo lleva  cabo el Tribunal Oral Federal N°1 de San Martín, a cargo del juez Daniel Omar Gutiérrez y de las juezas María Claudia Morgese y Silvina Mayorga.

Este juicio comenzó en octubre del 2024 con el tramo 17° de la Megacausa e investiga los crímenes cometidos en Campo de Mayo - Área 400, y los cargos que se le imputan a los dos militares retirados Pacífico Luis Britos, Horacio Rafael Sánchez y al ex comisario Carlos Daniel Caimi, son por secuestros, torturas, homicidios y abuso sexual perpetrados sobre 15 personas dentro del territorio que funcionó como la Zona 4 de Defensa, que tuvo como cabeza táctica y estratégica a la guarnición militar de Campo de Mayo.

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En esta audiencia 12 del martes 22 de abril, llevada a cabo de modo virtual, prestó testimonio en primer lugar el sobreviviente Gerardo Jorge Morales, quien ya declaró en el 2016 en el Juzgado Federal 2 de San Martín y ratificó la totalidad de lo declarado en esa oportunidad.

En año 1975 Gerardo Morales había salido sorteado para hacer el servicio militar y lo convocaron para que incorpore al ejército en pleno comienzo de la dictadura cívico militar. Hace dos años vivía en Córdoba capital y estudiaba agronomía.

Luego de alistarse, narró que los llevaron en tren junto a otros 400 muchachos con destinos diferentes, y comenzó describiendo todas las tareas que le fueron asignando haciendo la “colimba”, como solía llamarse al servicio militar obligatorio, y que es el acrónimo de: corre, limpia, baila o barre.

Hasta que un día lo mandaron a llamar y tres oficiales lo llevaron en un auto y lo golearon mientras le hacían preguntas.

“Me preguntaban por la sargento Ernesto, mientras me seguían pegando. Yo negaba todo, les preguntaban qué querían. En ese momento recordé que mi novia, con el seudónimo Liliana,  me había enviado unas cartas donde me contaba cosas de novios; pero una parte me contaba que Tochi se había caído en la moto y se había quebrado. Lo que me decía era que había hablado, Tochi era un militante del PRT. Pero no me hice mucho problema, porque Tochi era un compañero de la facultad pero no tenia forma de saber que yo también era del PRT”, relató Gerardo.

Luego de eso describió cómo continuó sufriendo los golpes, las interrogaciones y amenazas de matarlo si no decía nombres, simulacros de fusilamientos y las sucesivas torturas con picana hasta que perdía el conocimiento o se quedaba dormido esposado a la cama metálica.

Hasta que un día, contó que lo habían dejado solo y que logró escaparse del edificio donde lo tenían secuestrado. “Ese día el guardia se había quedado dormido, y logro sacarme las esposas. Lo primero que pensé cuando lo vi dormido fue pegarle con la máquina de escribir. Y vi un arma, pero era un rifle de aire comprimido y que era el que usaban para hacer los simulacros de fusilamiento. Entonces voy caminando hasta la cocina, agarro un cuchillo y me meto en el baño. Me subí al inodoro y rompí el mosquitero de la ventana y salgo y salté a un patio que parecía un patio de una casa. Y había una tapia, y pensé que bueno, que cuando saltaba me iban a tirar. Bueno, que me maten, esto es insoportable, pensé. Entonces me asomo a la tapia y veo un campo, salto y empecé a correr. No sabía dónde estaba, había yuyos altos y la noche era muy oscura y había mucho rocío, me empapé todo y corrí corrí, crucé una unas vías, crucé un arroyo, lo volví a cruzar y no sabía dónde estaba, pero igual corría para alejarme lo más posible del lugar donde me habían tenido secuestrado. Y cuando empezó a hacer de día diviso una construcción y me doy cuenta que era el Hospital Militar de Campo de Mayo”, describió con detalles muy conmocionado Gerardo.  

Luego de eso narró que salió a la ciudad de San Miguel, que pidió plata para tomarse un colectivo, que se fue a la casa de una tía que vivía en Castelar, y que cuando llegó una vecina le dijo que habían allanado la casa de su tía, que se fuera a la casa de su abuelo, y fue ahí que se enteró al encontrase con su padre, que una comisión compuesta por un soldado y un suboficial habían ido a Córdoba para buscarlo por desertor. “Yo no había desertado, ellos me habían secuestrado”, dijo.  

Finalmente, contó que logró volver a Córdoba, que ahí se encontró con su novia, luego secuestrada y desaparecida, y sus compañeros, pero que dos o tres meses antes de la vuelta a la democracia, en 1983, lo volvieron a detener por la supuesta deserción; y que luego de pasar por dos edificios militares lo dejaron libre.

Y recordó que como el contexto había cambiado, quiso hacer la denuncia pero le dijeron que no tenía lugar porque su situación había sido legalizada.   

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Los siguientes dos testimonios fueron también de modo virtual de los testigos Miguel Ángel Montali, compañero del servicio militar obligatorio de Morales, y del primo de este, Gustavo Ulloa.

Miguel Ángel recordó que conoció a Morales cuando hizo el servicio militar obligatorio en la Escuela General Lemos, que era un lugar de formación de los mandos medios y que luego se separaron porque tuvieron diferentes destinos; y explicó cómo en ese lugar el ejército utilizaba los soldados para los diferentes comandos que iban planificando.    

“Yo recuerdo que una mañana se presentó el padre de Morales y ahí en los despachos de la dirección del colegio se comentó que estaba desaparecido. Ahora recuerdo que era un hombre alto y de haberlo saludado y haber hablado dos minutos, en el pasillo, porque era imposible…Se presentó para ver qué había pasado con su hijo”, dijo.

Y agregó que “recordaba haber vivido ese momento con preocupación, porque la dirección del colegio tenía una dirección de inteligencia, y nosotros entre los soldados comentábamos, sabíamos los operativos que se hacía, lo que sucedía en el país, las salidas de los grupos comando, en alguna oportunidad había militantes de izquierda muertos en algún lugar para ser llevados no sé a qué otro lugar, o sea, había una dirección de inteligencia, pegada a la dirección del colegio, en este momento no me acuerdo del coronel que estaba a cargo, si era Mafei o no me acuerdo bien el nombre, pero era un nombre corto de cuatro o cinco letras, y yo tenía un compañero de ahí que estaba en inteligencia y almorzábamos y cenábamos juntos, con lo cual hablábamos mucho”.

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En cuanto a Gustavo Ulloa, que en esa época tenía 12 años, y recordó que vivía en Buenos Aires, Almirante Brown, cuando fueron a buscarlo a Gerardo varios hombres vestidos de civil Gerardo solía visitarlos cuando le daban permiso del ejército, pero ese día no estaba, así que luego de revisar toda la casa, las dos plantas e incluso dentro del auto, se fueron.

“Nosotros en ese momento pensamos que se había ido cansado y se había ido de la colimba…con los años nos contó lo que había pasado”, dijo.

 

La próxima audiencia quedó fijada para el 6 de mayo a 9.30 hs.