En la audiencia 49 declararon familiares de Juan Carlos González, secuestrado desaparecido en Tartagal; y el hermano de Ricardo Cuesta,militante asesinado en Bahía Blanca.
“Juan Carlos González era mi papá. No tuve oportunidad de conocerlo”. Esas fueron unas de las primeras palabras que pronunció Natalia Karina frente al Tribunal Oral Criminal Federal (TOCF) en la audiencia 49 del juicio conocido como Mega Causa Zona V.
Natalia, estaba en la panza de su mamá y la mayoría de lo que relató le fue transmitido por ella. Contó que su padre era soldador mayor de altura y desapareció en Tartagal, Salta. “Mi madre me dijo que le surgió la oportunidad de ir al norte. Al domicilio de acá llegó una carta en la que le pedían que él concurra a una comisaría. No tenía nada que esconder ni había hecho nada malo. Se presentó y nunca más se supo de él”, narró de manera presencial en Lavalle y Chiclana.
Silvia del Carmen Abarzúa Yañez, esposa de la víctima, realizó numerosas gestiones para dar con su paradero, obteniendo respuesta negativa en todas las dependencias visitadas. “Mediante cartas intentó tener novedades. Un conocido de apellido Cornejo, le dijo que tenía un familiar en el V Cuerpo de Ejército, que le contó que lo vieron correr por el patio, lo habían molido a palos. Mi mamá se acercó al Regimiento, la hicieron esperar horas y horas pero no supo más nada de él”.
“Mi papá era sindicalista, luchaba por el bienestar de sus compañeros. Sé que después de que lo desaparecieron, sufrieron un allanamiento, revolvieron todo y no encontraron nada. Eran militares. Vestían igual que los que estaban en la foto que le mandaron a mi madre. Se la dejaron debajo de uno de los macetones del Hotel del Sud donde ella trabajaba. En la imagen se veía a mi papá muerto, tirado en el piso boca abajo, con la cabeza de lado, con dos militares, a los cuales no se les veía las caras. La foto se la dio a Cornejo y nunca más la volvimos a ver”, comentó Natalia.
La desaparición de Juan Carlos tuvo graves consecuencias: “Todas las malas que te puedas imaginar. No pudimos ser una familia. No tuvimos la oportunidad de compartir ni de criarnos en los brazos de mi mamá. Nosotros somos tres hermanos y casi que no nos conocemos. No fuimos una familia. Mi madre es chilena, se quedó con dos nenes chiquitos, aterrada, se nacionalizó argentina. La perseguían. Dos veces, me contó, que se paraban autos afuera y esperaban toda la noche”.
Antes de finalizar su declaración, Natalia sacó dos cuadernos desgastados: “Esto que ven acá, es lo único que me quedó de mi papá. En cada uno, él aprendía francés, inglés. Era autodidacta. Mi papá era un buen tipo. Le negaron la oportunidad de tener su familia”.
Natalia miró a varios de los letrados presentes en la sala y expresó: “A todos ustedes, dentro de la posición que tengan, hagan que se haga justicia. Estuve en España. Volví porque quiero a mi país. Acá hay calidad y afecto. Me falta lo otro, justicia. En esa lista, no son sólo nombres, no son números. Por cada una de estas personas había una familia. Pido justicia por mi papá y por los que no están. Y por las juventudes que truncaron. Quiero justicia y en la mano de ustedes está poder hacerlo”.
“Me acuerdo de su sonrisa. Del cariño que nos tenía”
En la cuadragésima novena audiencia, declaró a través de la conexión telemática el hijo mayor del desaparecido Juan Carlos González, Carlos Miguel, quien actualmente vive en Chile: “Tenía 4 años y algunos meses cuando desapareció mi papá. Sólo supe que desapareció”.
Carlos Miguel, al igual que su otro hermano Alejandro Gabriel que declaró una semana antes, contó que vivían en Villa Rosario, en Bahía Blanca. “Él trabajaba en un molino y en una petroquímica. Mi madre, Silvia del Carmen Abarzúa, me envió con unos familiares luego de que desapareciera mi papá. Fue un shock, no entendía por qué me iba con alguien que no conocía. Lloré mucho. Después vivimos en un campo y luego a mi hermano y a mínos internaron en el Hogar del Niño. Fue bastante duro porque la familia nunca volvió a ser”, expresó el mayor de los hermanos.
“El núcleo familiar se desintegró. Uno de niño sufre y no entiende. Extrañaba a mi padre. Me gustaría saber que le pasó. La falta de respuesta. A uno de joven, se le cruza que quizá hubiese sido mejor que esté a mi lado como guía. Lo extrañé mucho, sufrí muchos años”. Antes de finalizar su testimonio, Carlos dijo: “Nunca más se supo de él. El único recuerdo que tengo es que me llevó a un circo. Era alto, de tez trigueña, moreno. Me acuerdo de su sonrisa. Del cariño que nos tenía”.
“Lo subieron a un avión y nunca más se supo de él”
De manera presencial y también por el caso de la víctima Juan Carlos González, declaró Marcia Gloria Martín Gutiérrez, sobrina política: “Trabajaba en Techint. Se fue por una obra aTartagal. Mi tía dijo que aparecieron militares, entraron, la ataron a ella y a los niños. Preguntaron dónde estaba Juan Carlos. Ella le mandó una carta a su esposo en Tartagal. Los compañeros de trabajo le contaron que luego de recibir la carta, Juan Carlosse fue a presentar a una comisaría. De ahí no se supo más nada”.
Marcia recordó que “para los niños fue muy traumático todo lo que pasó.En Tornquist, cuando veían pasar a la policía, el más grande se escapaba para esconderse en los matorrales”.Sobre la víctima que aún se encuentra desaparecida, Marcia relató que “un amigo que salió con vida dijo que lo vio muy golpeado, que lo subieron a un avión y nunca más se supo de él”.
“Tuvimos un lugar donde mi madre le podía llevar flores”
Finalmente declaró a través de la conexión telemática desde Mar del Plata, Fernando José Cuesta. La víctima asesinada por la dictadura cívico militar, Ricardo Osvaldo, era su hermano menor. “Tanto Ricardo como yo, militábamos en la JUP. Había una ola de violencia muy fuerte. Se dio el criterio de seguridad de trasladarlo a Bahía Blanca. Tenía 18 años. Fue un drama familiar. No ocultó que se iba a trabajar políticamente. El 19 de enero de 1977, Ricardo había cumplido 20 años”, contó Fernando sobre su hermano asesinado el 5 de febrero.
“Escuché en la radio que lo habían matado. Mi hermano estudiaba en la Escuela Técnica bahiense. Me comuniqué por teléfono con mi padre y me confirmó la noticia. Al día siguiente que nos fuimos de Tandil, allanaron la casa, fue la Fuerza Aérea. Preguntaron por Ricardo. Alguien de Bahía ya lo había señalado”.
A diferencia de la mayoría de los familiares de víctimas asesinadas por la dictadura, en el caso de los Cuesta, pudieron recuperar el cuerpo de Ricardo: “Desde la iglesia de Tandil se comunicaron con la iglesia de Bahía Blanca, con esa mediación, se nos entregó el cadáver. Viajaron dos hermanos para identificarlo. Luego fue mi papá con una ambulancia y trajeron el cuerpo a Tandil. Estaba en poder del Ejército Argentino. En el velatorio se hicieron presentes fuerzas de seguridad, pidieron que se cerrara el cajón y se finalizara con la ceremonia”.
Fernando recordó a su hermano: “Es el último hijo de mis padres. Tenía tres apodos: Willy Quiroga, por Vox Dei; Felipe, por sus dientes grandes; y Diente. Era un pibe muy inteligente. Cercano a mí. Buen jugador de fútbol. Tenía su grupo de rock. En Tandil se incorporó rápidamente a la UES, al trabajo barrial. Tuvimos un lugar donde mi madre le podía llevar flores. Recuperamos el cuerpo de mi hermano, hago la diferencia con tantos miles que no pudieron. Para la familia esto fue una resignación que ayuda mucho a soportar semejante cuestión”.
Próxima Audiencia
El jueves 30 de marzo a las 9 horas continuarán las jornadas de debate en el TOCF de Bahía Blanca y las mismasvse pueden presenciar en Lavalle y Chiclana con presentación del DNI o a través del canal de YouTube de la Subsecretaría de Derechos Humanos: www.youtube.com/derechoshumanospba