En Argentina, en estos últimos días, tuvimos una muestra que para mí es bastante esclarecedora, para algunos sorprendente. Nosotros tenemos un trabajo en la provincia de Buenos Aires, mis compañeros del gobierno, el gabinete, la fuerza política, que consiste básicamente, en estar en la calle, estar en el territorio, estar recorriendo una provincia muy grande, una provincia muy diversa, una provincia que es la más no sólo extensa sino la más pesada de la Argentina en términos de significación política.
La marcha inmensa, extraordinaria [Marcha en defensa de la Universidad Pública del 23 de abril], a la que hacían referencia, no me sorprendió. No me sorprendió porque recorremos la provincia permanentemente y porque, remitiendo al tema este de la relación de la sociedad y la política, creo que en la manifestación hay un llamado de atención también que es para aquellos que por una derrota electoral, o por una situación que es realmente compleja y novedosa, se dejan tomar por el derrotismo, por la decepción o por el desánimo. Creo que con ese millón de personas en la calle en el país, nos dieron a todos una lección acerca de que a veces lo que está en la superficie, en la apariencia, en los diarios, en las redes, no es lo que está pasando, está pasando otra cosa.
Que se esté lanzando una fundación y permitirnos a nosotros, que estamos cerca pero lejos, participar de esto, me llena de alegría en momentos complicados. Uno siempre dice que hay que hacer una apuesta a la formación, que hay que hacer usinas de proyectos, de pensamiento, la educación popular, la formación, la cultura, el arte, el juntarse, el compartir, el tener espacios, siempre es una meta, siempre es una propuesta y siempre es un objetivo. La verdad que estar acá y ver que las cosas que se planean, que se sueñan, se convierten en realidad y existen, a mí me llena de alegría. Así que muchas gracias Gonza [Gonzalo Civila, diputado y secretario general del Partido Socialista de Uruguay], muchas gracias a todos y todas por dejarnos compartir un momento de creación y un momento de avance.
Creo que el tema es bien inspirador, bien amplio, así que empezar hablando de la etapa actual. No espero decir ninguna genialidad, ni nada que no sepamos todos, pero sí me parece que hace falta explicitarlo. Estamos atravesando un momento a nivel, hablo de Argentina pero podría hablar también de Uruguay, de Brasil, de los Estados Unidos, de Medio Oriente. Estamos atravesando una época, una etapa, un momento a nivel internacional que es un momento de transición, un momento bisagra, un momento donde claramente hay un conjunto de cuestiones que teníamos establecidas, y que pensamos firmes y sólidas, que están cambiando, que se están desbaratando y que se están convirtiendo rápidamente en otra cosa.
Voy a mencionar solamente algunos puntos que me parece que manifiestan esta transición, que no la explican pero sí que la manifiestan, y que si uno los reúne de un pantallazo, y a modo de ejemplo, claramente queda establecido que el momento actual exige una reflexión profunda y un análisis muy profundo.
El papel de las redes sociales: hoy vivimos todos pendientes, esclavizados, de un aparatito que llevamos encima, que es caro, que es valioso, que representa un dispositivo que nos cambió absolutamente la vida, en cómo vivíamos y cómo experimentamos la vida cotidiana hasta hace muy poquito con respecto a cómo vivimos y cómo estamos ahora.
Lo veía durante la exposición que hicimos en la Cámara de Diputados, en el Parlamento. Estamos todos pendientes del celular. La verdad que no pretendo decir nada nuevo, pero sí que marquemos este punto. Es distinto, es diferente, somos otros. Yo recuerdo que en mi adolescencia, por ejemplo, había teléfonos públicos, de línea, algo extinto, que no existe más. La línea telefónica existe, pero no existe más, es absolutamente irrelevante y donde para conectarse con el otro y saber dónde estaba, arreglar un encuentro, comportarse ante una emergencia, comunicarse, en fin… Comunicarse era algo completamente diferente.
¿Por qué digo esto? Porque la sociedad se transformó a una velocidad y de una manera que tal vez no percibimos porque lo hemos experienciado y lo hemos asumido como nuestro medio natural de vida. Pero es un mundo distinto. Estamos entrando en una etapa distinta. ¿Cómo se va a moldear la subjetividad? ¿Cómo se va a moldear el vínculo social? ¿Cómo se va a moldear la familia, los afectos, la militancia en base a esto que ya pasó, ya ocurrió y es irreversible? Nadie lo sabe bien.
Lo que quiero manifestar y dejar en claro es que cambió todo. No es que cambió un elemento lateral, cambió cómo nos vinculamos los seres humanos entre nosotros, total, completamente, de manera revolucionaria. Estamos en una revolución en las comunicaciones. Hace un tiempo no muy lejano, hablar por teléfono con alguien que vivía en otro país era algo caro, difícil o infrecuente y hoy se resuelve enviando un Whatsapp igual que al que vive a una habitación de distancia de nosotros.
Las nuevas tecnologías llegaron, se establecieron. El mundo es distinto a lo que era hace poco y nuestra forma de vida ha sido profundamente transformada. En medio de eso, la geopolítica. Estoy marcando simplemente postales. La geopolítica. Hasta hace no mucho tiempo había un imperio, decía Toni Negri, un centro del imperio que emanaba particularmente de la primer potencia mundial, desde la caída del muro, que tenía una hegemonía no sólo política, y un peso político tan importante, sino también militar, económico, una hegemonía económica, monetaria… los Estados Unidos, el imperio. Eso hoy no existe más. No existe más en varios niveles.
Hoy, claramente, China tiene una economía tan grande o tal vez más que la de los Estados Unidos. No hay una potencia, no es un mundo unipolar. Volvió a ser, no sé si se llama bipolar, un mundo dividido y repartido entre dos áreas de influencia, que tampoco sabíamos que iban a entrar en guerra. Pero todo indica que estarían entrando en guerra, que se están enfrentando dos bloques, que no sabemos si es una guerra fría, si lo de Ucrania está expresando un enfrentamiento bélico en todas las líneas, si es un episodio, si atrás de Rusia está China, no sabemos, pero hay guerra. Hay una guerra que corre el peligro de transformarse en guerra nuclear. Obviamente, todos lo negamos, no queremos hablar de esto, no nos importa o lo dejamos pasar, pero hace muchísimo que el mundo no estaba ante una amenaza atómica. Y hoy es un tema de los noticieros cotidianos, es un tema que circula.
A mí me impresiona mucho porque cuando existía el muro y cuando había un enfrentamiento entre el bloque occidental y el bloque soviético, cuando existía la Unión Soviética —época en la que yo me formé prácticamente— ¿cuál era el problema? Que un día alguien iba a apretar un botón rojo, y el temor era cotidiano. Y la generación que vivió Hiroshima, Nagasaki, y el fin de la Segunda Guerra Mundial, sabía que había cambiado el mundo porque apareció la bomba atómica y alguien tomó la decisión de erradicar y exterminar masivamente a muchísima gente a través de un arma. Eso hoy está presente, forma parte de nuestra cotidianeidad.
Estoy marcando simplemente algunas cosas que tienen que ver con un mundo distinto al que conocíamos hace 5 o 10 años. Y lo estoy marcando con estos tres puntos para que se comprenda la profundidad. Primero, la necesidad, pero después la profundidad del tipo de cuestiones sobre las que tenemos que reflexionar, revisar, teorizar cuando hablamos del vínculo entre política y sociedad. Porque la sociedad, lo que conocemos como sociedad, las categorías con las que hablamos de la sociedad, requieren una revisión y una puesta al día.
Esto se expresa de muchas maneras y, obviamente, también uno está sujeto a esta cuestión, a la cuestión de analizar el presente en una saga histórica. Y que cuando cualquier individuo, cualquier teórico -incluso de los teóricos importantes- vivió, transitó y escribió acerca de épocas de transición, uno de los riesgos más graves que tenía era no saber que estaba experimentando una transición, que había una transición, que había una transformación, que había un cambio muy profundo entre lo que pasaba antes y lo que pasa en ese momento y lo que va a pasar después.
Llamo la atención sobre esto porque es probable que las categorías con las que hablamos de los fenómenos sociales requieran una revisión, requieran una puesta en cuestión y requieran una crítica. Porque -y acá viene lo más trágico- hay parte de nuestro herramental teórico que parece no estar funcionando, que parece no poder captar un pedazo de esta transformación, una parte relevante de esta transformación.
Vuelvo al vínculo entre la sociedad y la política. Para poder comprender ese vínculo, para poder comprender qué políticas se corresponden con esta sociedad, tenemos que entender a la sociedad. Y lo que simplemente quiero marcar con estas trivialidades que dije, es que el mundo está cambiando. Y esto no es un problema de Milei, no es problema de Bolsonaro, un problema de Trump, no es un problema de Ucrania, ni es un problema de Israel y Palestina. Estamos viviendo una época donde observamos novedades que no habíamos previsto y fenómenos inesperados. Estamos ante una situación de inminencia que nos obliga a repensar algunas de las cuestiones que teníamos abandonadas porque las dábamos por válidas y establecidas.
Por eso, celebro la aparición de un espacio de reflexión, de una usina de ideas, de pensamientos porque se le va la vida al campo popular, a las fuerzas transformadoras, a los que algunos llaman izquierdas, otros llaman fuerzas progresistas. Nosotros, en Argentina, las llamamos peronismo.
Estamos ante un desafío enorme que si no nos damos el lugar, el tiempo, los espacios, si no generamos dentro de nuestra militancia cotidiana, de las exigencias del día a día, de los desafíos electorales, de los desafíos de la gestión, de los desafíos políticos, si no generamos espacios de pensamiento, de reflexión, de intercambio, creo que estamos liquidados. Porque, además, los momentos de vertiginosas transformaciones son un caldo de cultivo, paradójicamente, para la proliferación y hasta el éxito de fuerzas conservadoras.
Cuando todo cambia tan rápidamente, y cuando todo es vertiginoso, a veces complicado y confuso, el problema es que a veces eso genera temor, genera duda, genera inestabilidad y triunfa el conservatismo o se impone el conservadurismo, porque está buscando sectores, grupos de donde agarrarse. Paradójicamente, en momentos de transformaciones veloces a veces se impone lo más conservador, lo más retrógrado, el negacionismo, el terraplanismo porque trae certezas, porque expresa ideas con muchísimo énfasis, porque canaliza bronca, impotencia. No sé si esto describe lo que está ocurriendo, pero sí creo que hay una clave que no tiene que ver solamente con la explicación o la descripción sino con la tarea, con la obligación que tenemos nosotros.
Evidentemente, y vuelvo a la manifestación de los estudiantes por la universidad. Una de las certezas que había entre los analistas políticos, incluso en algunas encuestas, era que la juventud en Argentina apoyaba a Milei y que a Milei le dieron el triunfo los jóvenes en la elección. Los jóvenes porque los atrae el estilo, porque las redes sociales, porque el Tik Tok, porque lo conocieron en ámbitos por fuera de la política y rechazan la política. En esa movilización inmensa que hubo, si algo se observó fue que los jóvenes, por lo menos en la Argentina, no están de acuerdo con buena parte de la estructura de ideas, de las propuestas y de las políticas que está llevando Milei con respecto a los derechos, el derecho a la educación.
Creo que hay ciertos prejuicios acerca de lo que está pasando, que se fundan en una pereza, o en la tranquilidad de creer en lo que creímos siempre. Por eso, hace falta un esfuerzo analítico, hace falta un esfuerzo crítico, hace falta despojarse de algunas cuestiones.
De ninguna manera, nuestros valores, nuestros propósitos, nuestras metas están en cuestión y menos nuestra historia. Pero sí, evidentemente, tenemos que registrar un cambio de época. Y tenemos la obligación de dar respuesta. ¿Respuesta de qué manera? ¿Respuesta desde dónde y en qué? En nuestras formas organizativas, en nuestras formas de intervención, en nuestras formas de convocatoria, en nuestras formas de interpelación, aún, incluso, en nuestro lenguaje.
Esto es algo que varios venimos observando hace tiempo. La época viene tramitando una enorme crisis que no se ha podido resolver. Una crisis económica, que es una crisis obviamente social y que es una crisis política, que no se ha podido resolver y no tiene respuesta.
Entonces, de nuevo, creo que hay un gran dilema: si de este problema, si de esta situación que genera malestar, insatisfacción, que genera polémica, dudas y a veces genera desmovilización y tiende al egoísmo; si de esto salimos para atrás o si salimos para adelante. Si salimos avanzando o si salimos retrocediendo. Si la sociedad ante todos estos fenómenos que desbordan y que hasta son difíciles de describir y de retratar, si resuelve estos fenómenos a través del aislamiento, el egoísmo y el individualismo. Creo que la clave para salir de esto está en generar espacios, en darse tiempo para la discusión y para la reflexión. Pero la respuesta a todo esto está en el pueblo. La apuesta más grande que hay que hacer porque ahí está la respuesta y está solución para comprender la época y para encontrar la salida progresiva, inclusiva, de bienestar, de reconocimiento de derechos, de inclusión, de justicia social, la respuesta a esto está en el pueblo.
En medio de tanta confusión, es momento de ir a buscar, de ir a escuchar, de estar dispuestos a cambiar conductas, modificar actitudes y modos a un sólo lugar que es lo seguro que tenemos, que es lo único que nunca se equivoca que es el pueblo. Si algo tiene que hacer esta Fundación, si algo tenemos que hacer a los dos lados del Río de la Plata, es confiar profundamente en nuestro pueblo y preguntarle y renovar ese vínculo de confianza cuando nos den la respuesta aunque sea dura. Es ir, volver, estar, acompañar a nuestro pueblo.
Muchísimas gracias.