facebook
MAR DEL PLATA

Palabras del Gobernador Kicillof durante el cierre del Congreso Provincial de Salud (CO.SA.PRO)

Viernes 3 de Mayo 2024

¡Qué lindo volver a Mar del Plata, sentirse ya parte de esta ciudad, muchas gracias! Este es el tercer congreso provincial al que asisto y la verdad que sentados en su silla seguramente no llegan a apreciar lo que se ve, una multitud de trabajadores y trabajadoras de la salud de la provincia de Buenos Aires, con entusiasmo, con alegría, pero sobre todo con compromiso, laburando, pensando, reflexionando, construyendo el sistema de salud de la provincia de Buenos Aires. Este es un encuentro de reflexión, trabajo, un encuentro de pensamiento, de compartir, de debatir, algo importantísimo. A uno que le tocó muchas veces exponer ideas y pensamientos… A veces sucede que la respuesta de los asistentes es pasiva, se escucha y nada más. Lo valioso es cuando se abren los espacios de participación, debate y discusión. Es un momento donde lo necesitamos muchísimo.

Ustedes recordarán el primer encuentro que hicimos, en el que estuvimos hablando más bien de lo que la pandemia nos dejó, de lo que experimentamos y vivimos. Aprovecho esta oportunidad para agradecerles de nuevo en nombre del pueblo de la provincia lo que hicieron. Lo que hizo el sistema de salud, el Estado provincial, los trabajadores y las trabajadoras de la salud en aquel momento. Quiero agradecerles también, y pedirles un reconocimiento, para los intendentes e intendentas que nos acompañan porque eso también va construyendo una provincia distinta. Hoy hay asistencia prácticamente perfecta, así que muchísimas gracias a todos y todas por venir, por estar, por compartir. De aquella reunión leí la conclusión a la que se llegó y la verdad es que lo que nos impone, además de reflexiones y posiciones, son tareas. Eso es lo importante de hoy, que no nos vamos solamente con una serie de pantallazos. Me voy de este COSAPRO, con un mandato. Así que muchas gracias por haber trabajado en elaborarlo, democrática y participativamente.

Estuvimos hablando aquella vez, en el primer encuentro, de la pandemia sobre todo. Luego, estuve hablando de economía de la salud. Una discusión importante, tal vez algo tediosa. En aquel momento me fui con la sensación de que les había gustado, pero ahora, cuando miro mis apuntes de aquel momento, no entiendo cómo me animé a venir a dar una clase de economía de la salud. Reflexiones que a veces son un poco farragosas y complejas, pero que tienen una conclusión sencilla. Aunque, digámoslo hoy, un poco a contramano de lo que se dice y que, tal vez por repetición, por las redes, por todo ese aparato comunicacional, parece que hoy es el sentido común y el pensamiento dominante. Porque la máxima autoridad del país, el presidente de la Nación, anda diciendo lo contrario a lo que dije ese día.

Pero vinimos acá a discutir y a reflexionar sobre la naturaleza de lo que, desde el sistema de salud de la Provincia, y de la salud en general, se hace, se transfiere, de cómo se produce y consume. La síntesis es que la salud, los bienes y servicios, las prestaciones de la salud, no pueden equipararse de ninguna manera a una mercancía. No porque uno tenga una visión ideológica, un posicionamiento político, o determinadas convicciones y dogmas en los que cree. Sería feo y cruel pensar que lo que ocurre al interior del sistema de salud y con la salud de la población es equiparable a un mercado, a una mercancía que puede tener un precio único y que entonces funcionan las leyes del mercado.

Lo que intenté transmitirles es que directamente cuando uno estudia e intenta analizar y comprender lo que pasa con la salud, se da cuenta rápidamente de que es un error y una gran mentira, y más bien una maniobra y un procedimiento ideológico, comercial también, tratar de convencer a todo el mundo de que esto debe estudiarse como un mecanismo de oferta y demanda, que funciona como un mercado y que, por tanto, tiende a la eficiencia, ya que los mercados tienden a posición óptimas. Lo que traté de demostrar con ese lenguaje de economista es que los bienes, los servicios, la prestaciones, el trabajo, los medicamentos, los estudios, las prácticas, todo eso no tiene nada que ver con un mercado convencional. Y que hay un intento muy grande, desde determinadas usinas, de hacernos creer que la compraventa de los bienes, los servicios y las prácticas de salud son equiparables a la compraventa de cualquier otro bien, cualquier otra mercancía, como un pulóver, una cartera, un par de zapatos, o un choripán.

Y entonces, que lo mejor que se puede hacer —dice ese discurso— es dejar las cosas en libertad y que entonces la mano invisible del mercado va a tender a la eficiencia y va a generar la mejor distribución posible, el precio más barato y la mejor calidad.

Lo que traté de demostrar —y pueden recurrir a aquella exposición para verificarlo— es que todo eso es mentira, son paparruchadas ideológicas encaminadas a convencernos de que el Estado, y más precisamente, la sociedad como colectivo, no tiene que hacer nada. Esto es lo mejor que puede pasar, que funcione solo, fije precios y resuelva. Que cualquier otro intento de modificar, regular e intervenir, o incluso prestar de manera pública alguno de estos bienes y servicios, lo único que hace es generar ineficacia, costos, encarecer.

Traté de demostrar que todo esto es mentira desde el punto de vista práctico, desde el punto de vista empírico en términos estadísticos, y desde el punto de vista conceptual y teórico. Y que esa mentira, no es una mentira cualquiera, sino que tiene un propósito: hacer un enorme negocio, un gigantesco negocio con la salud y, por eso, es un discurso que empuja y penetra tanto, porque si sólo fuera una teoría que se puede discutir, vaya y pase, pero está convertida en punta de lanza de un proceso por el cual algo que todo el mundo necesita, que divide la vida y la muerte, la salud y la enfermedad, lo tiene que resolver el mercado. Y, por tanto, nos quieren convertir en sujetos pasivos que están sometidos a fuerzas que nada tienen de invisibles, y menos todavía de eficientes.

Por eso lo que vine a decirles es que ese discurso es mentira, que la salud es un derecho y que es un derecho de los pueblos. Y que nada tiene que ver con un mercado de un bien cualquiera, que ni en su oferta, ni en su demanda, ni en su producción, ni en su distribución, ni en su provisión se puede equiparar a eso. Yo pensaba para qué ponerme con este tipo de cosas, pero ahora en perspectiva veo que fue, de alguna manera, premonitorio. Que fue útil en el sentido de que hoy se vuelve a discutir de nuevo todo y que ese discurso viene no sólo con fuerza, sino con una inusual violencia, donde se pretende hacer un desparramo y una destrucción de todas las capacidades, de todas las modalidades que había encontrado el pueblo para defender eso tan precioso que es la salud, a través de la organización y de la forma que toma esa organización social, que es ni más ni menos que el Estado, el Gobierno.

Así que nos dedicamos aquella vez a hablar de eso. Fue muy oportuno, conjugado con lo que hicimos la vez siguiente, cuando compartimos con ustedes algunas apreciaciones, algunas ideas acerca del proceso de planificación.

Hablamos de planificación, otro tema que no es estrictamente uno que se hable en sí en un congreso como este, pero que entendíamos que era muy importante explicar a qué nos referíamos en nuestro gobierno con la idea de planificar. Y decíamos que planificar no es un proceso técnico de escritorio, de torre de marfil, menos todavía un ejercicio conceptual, abstracto, de iluminados, de especialistas, que toman el problema como si fuera un sistema de ecuaciones, lo ponen en el pizarrón y dicen que acá hay que hacer esto, esto y esto. Y yo comentaba, también, que uno de los pasos centrales y primordiales para poder planificar era conocer. Y el sistema de salud de la provincia de Buenos Aires es uno de los objetos de estudio más complejos que pueda existir por su dimensión, por sus características, por las oleadas de avances, retrocesos y modificaciones. No es un mapa, no es el producto de programas, proyectos, sino a veces de marchas y contramarchas, de agujeros de financiamiento, de irrupción de negocios, de diferentes lógicas que tienen que ver tanto con el equipamiento como con la organización, como también con las conciencias y con la cultura vinculada a ese sistema de salud.

Y la conclusión, es que esto no es una mercancía; la salud no es un mercado, ni sus productos, ni sus resultados. No es mercancía de compraventa, no funciona así, está mal; la salud es otra cosa. De la misma manera traté de transmitirles cuando hablamos de planificación, que para planificar primero hay que analizar, conocer y penetrar en lo que se quiere, la materia sobre la que se quiere trabajar. Y que el conocimiento real, concreto, efectivo del sistema de salud de la Provincia de Buenos Aires es algo que solamente algunos tienen, y esos son los trabajadores y las trabajadoras de la salud. Son ustedes los que lo conocen. No hay otros expertos, otros especialistas que quienes viven, transcurren, apechugan al interior del sistema de salud, quienes lo disfrutan, lo hacen, lo sufren, lo padecen.

Por otro lado, ¿para qué y por qué planificar? El objetivo es transformarlo. Y no se puede transformar sin conocer; no se puede transformar lo que se desconoce, no hay forma, no hay manera. Se le puede tratar de imponer un molde, un modelo, agarrar un lecho de Procusto, cortarlo, achicarlo, agrandarlo, como les gusta a los que vienen a hacer el ajuste. Entonces miran una sola variable y dicen: “es mucha guita, pongamos menos guita y arréglense”, y ese tipo de cosas. Pero transformarlo, mutarlo en su naturaleza, mejorarlo interiormente es algo que se puede hacer de una sola manera: planificándolo. No es algo de un día para el otro, no es algo meramente financiero, ni operativo, ni material en términos de infraestructura, ni siquiera de procedimiento, de conocimiento, de saber.

Es un conjunto de aspectos que para transformar hay que poder moldear y modificar. Y hay solamente un sujeto, un actor de esa transformación que puede hacerlo de manera poderosa y permanente, que son los trabajadores y las trabajadoras del sistema de salud. Si vamos a transformar la salud de la Provincia de Buenos Aires, es a través de un proceso de planificación democrático, abierto, participativo. ¿Tenemos un Plan Quinquenal? Sí ¿Qué importancia tiene? Que es de todos, que se discute, se analiza, se modifica, se mide en sus avances, se observa y, además —para que quede claro, para los que vienen de afuera, para los que ajustan— no se transforma algo que no se conoce y no se ama.

Cuando uno está, como pasa ahora, transitando procesos que son vertiginosos y muy cambiantes, que tienen permanentes obstáculos, problemas, es muy importante determinar etapas. Y, sobre todo, a cada una de esas etapas, darles una presentación, un cierre, empaquetarlas. Nosotros, en el primer mandato, recibimos una provincia en emergencia sanitaria y, sobre eso, vino la peor calamidad en la historia, probablemente de la humanidad, en términos de alcance, en términos de características. Teníamos un sistema absolutamente roto, desfinanciado.Iniciamos así esa etapa, una etapa, paradójicamente, de mucha inversión y expansión en el sistema de salud. Donde cada una de las decisiones que se tomaron, tenían un criterio porque estábamos en una emergencia por la pandemia. Teníamos un criterio permanente, que era que teníamos que invertir, hacer modificaciones muy grandes y muy rápidas.

El criterio era tratar de aprovechar y utilizar cada uno de los recursos empleados y cada una de las decisiones que tomáramos, de forma tal que pudiera acumularse para lo que viniera después. En medio de una tragedia como esa, no era fácil pensar en el después. Era difícil, pero creo que entre las tantas cosas que ocurrieron es que por la pandemia hubo una inversión histórica en el sistema de salud.

Triplicamos la cantidad de camas de terapia intensiva en la provincia de Buenos Aires. Y uno puede pensar que fue por la pandemia. Sí, pero también fue porque había un grave problema que tenía que ver con cómo estaba organizado, distribuido, desintegrado y fragmentado el sistema de salud en la Provincia. Hicimos, en aquel momento, un sistema. Nosotros todas las mañanas controlábamos cómo estaba el sistema de ocupación de camas, que era un sistema integrado, público, privado, y se dió un paso relevante que vale la pena recordar. Algo que todavía para algunos es un fantasma, para muchos, un gran interrogante y para otros simplemente, un demonio: la integración del sistema de salud.

Hablamos de un sistema de salud que tiene un subsistema público, que tiene una parte que es municipal, otra provincial, otra nacional. Es farragoso contar las partes que componen el sistema de salud de la provincia de Buenos Aires. La respuesta sanitaria general de la provincia de Buenos Aires tiene lo público, tiene el sistema de obras sociales, que es una peculiaridad de la Argentina, que tiene todo un desarrollo histórico y, luego, el sistema privado.

Son tres subsistemas que han sido creados, multiplicados, achicados, distribuidos de manera absolutamente descoordinada y caótica. No es producto de una planificación ni de una inteligencia que haya dicho “¿cómo hacemos para darle una respuesta sanitaria a 17 millones de bonaerenses? Bueno, pongamos acá una clínica privada, acá un hospital municipal, acá uno provincial, acá uno regional… ¿Cómo organizamos esto?” No fue eso. Fue caótico, producto de marchas y contramarchas. ¿Cuál es el resultado? Un sistema que está lleno de superposiciones. Hay mucha escasez, por un lado, y despilfarro por otro. Hay lugares donde sobran camas, en otros donde no hay. Lo mismo con los recursos, la logística, la comunicación.

Es decir, el sistema de salud se fue estableciendo como por etapas, por capas geológicas donde se fueron apilando cosas. Después vinieron años de neoliberalismo. Se desfinanció, no se compraron los repuestos, y quedó la máquina tirada, entonces la cuidaban los laburantes. Pero, después, hubo que cambiar la arquitectura y, todo ese derrotero del sistema de salud generó algo mucho más difícil: tener que hacerlo desde cero. Mucho más difícil es ordenar algo que está desordenado. Lo digo así y parece obvio y evidente y, sin embargo, todavía tenemos sectores retrógrados, sectores mercantilizados, grandes intereses económicos que, cuando hablamos de la integración del sistema de salud, ponen el grito en el cielo y dicen que estamos hablando de una aberración.

Lo que venimos haciendo —les doy una mala noticia a todos esos que critican, ven fantasmas y tratan de producirlos— es trabajar intensamente en la integración del sistema de salud de la Provincia de Buenos Aires. Así que ya está en marcha. Por supuesto, cuesta un montón y requiere permanentes recapitulaciones. A eso me quiero referir porque me parece muy importante no solo haber formulado el Plan Quinquenal sino tener reuniones de reflexión donde se ven los avances. Son tantos los componentes que tenemos que atender, tantas las problemáticas, diferencias, diversidad, tal tamaño tiene nuestro sistema de salud que requiere ese trabajo permanente de reflexión. Eso es lo que estamos haciendo hoy. Como parece un continuo hay que determinar etapas y empaquetarla.

El primer mandato coincidió con un proceso de integración, de acumulación, de gran inversión en el sistema de salud de la Provincia de Buenos Aires. Seguramente insuficiente, porque por supuesto que falta un montón, pero se han hecho enormes inversiones. Nicolas Kreplak [ministro de Salud] hablaba de las 321 ambulancias, de los 159 Centros de Atención Primera de la Salud. Dicho así parecen numeritos, pero es diferente cuando uno está ahí en una ambulancia nueva, cero kilómetro, o cuando uno está trabajando en un centro de salud en un barrio que tiene sillón odontológico, consultorios, historia clínica digital, que le da acceso a la salud al barrio, a la comunidad donde se hace atención primaria de la salud, donde se presenta un modelo sanitarista totalmente distinto, donde se ejercita, donde se combate. Una etapa que cambió, no porque nosotros hayamos cambiado de idea o de rumbo, sino porque hay un cambio que ocurrió a partir del cambio del Gobierno nacional que representa para nuestro sector, para nuestra provincia, para nuestro país, una modificación sustancial, fortísima.

Creo que también es difícil atajar este tema porque uno lo vive, sinceramente, con angustia porque lo que empezamos a observar. ¿Por qué hablo de otra etapa? Porque tenemos que dedicarnos muy bien a empaquetar, a dar una narrativa de eso que se ha hecho, y también a hacer un balance y un saldo de lo que se ha hecho en la etapa anterior. Porque ahora empezó otra etapa, seguimos con los mismos propósitos pero estamos bajo fuego. Esa es la verdad. Y eso no tiene que ver solamente con diferencias políticas, ideológicas, ya lo hemos dicho muchas veces. Y dicen “bueno, pero ganó Milei”. Sí, es cierto. Y “tiene un mandato y lo votaron para hacer un ajuste, y tiene que hacer el ajuste, no hay que ponerle palos en la rueda y hay que darle las herramientas”. Yo me permito disentir con esta mirada. No porque uno quiera entorpecer, obstaculizar, o porque sí, o por ponerse en una especie de trinchera.

No es ese el tema. El primer tema tiene que ver con que todos hablan de la legitimidad y del mandato, y la plataforma de Milei que tiene que cumplir, y que nosotros deberíamos corrernos y dejarlo pasar y que haga todo eso. No lo que dijo, porque lo que está haciendo no es estrictamente —diría casi nada— lo que dijo. Porque el ajuste no es para la casta, ni la desregulación de mercados ha dado buenos resultados , pero no quiero ponerme a discutir eso. Lo único que quiero decir es que es cierto que el Gobierno nacional es de otro signo político y que tiene otra orientación casi diametralmente opuesta, por ejemplo, en la concepción de la salud, del sistema de salud, pero también de tantas otras cosas más: de la obra pública, de la educación, de la universidad, del trabajo, de la producción y de tantas otras cosas. Son distintas. Pero dicen que hay que correrse porque ganó en el balotaje y tiene mandato.

Yo le quiero decir a los que dicen eso que está todo bien, pero acá, en la provincia de Buenos Aires discutimos estas cosas, las dijimos, fuimos a elecciones, ganamos en las PASO, en la primera vuelta y en la general. Así que acá también hay un mandato; también se pronunció nuestro pueblo y no nos dijo que la salud es un mercado: nos dijo que defendamos el derecho a la salud. Y eso tenemos que hacer. Y es en la provincia de Buenos Aires en donde vamos a defender la salud, la educación, el salario digno, la vivienda, los derechos laborales para todos y todas. Vamos defender una construcción que no es nuestra, no es del gobierno, de un gobernador: es la construcción de un pueblo, los derechos de un pueblo. Tenemos la obligación. Que me disculpen, pero vamos a defender a la provincia de Buenos Aires y a su pueblo. 

Cristina hablaba, la otra vez, de la legitimidad de origen y de la legitimidad en el ejercicio. Nosotros, para colmo, en esto tenemos una ventaja porque en la provincia de Buenos Aires por 20 puntos de diferencia no se votó lo desconocido o un signo de interrogación, se votó un gobierno y se votó un programa. Así que en eso tenemos mucha claridad, pero quiero decir que cuando hablaba del sistema de salud compuesto por tres subsistemas, lo que quería resaltar es que la política económica del actual Gobierno nacional no es que está destruyendo el sistema de salud en abstracto: está destruyendo los tres subsistemas. El tema no es si el Gobierno está o no está, si se ausento o no se ausentó; lo que nosotros estamos defendiendo con respecto a los derechos —además de que estamos de acuerdo con que es parte de nuestra tradición política, del peronismo en nuestro caso, de un programa— está en la Constitución Nacional.

Entonces no estamos hablando de algo optativo para un presidente. Porque el presidente será anarcocapitalista, austríaco, libertario, o será lo que quiera ser. Pero juró arriba de la Constitución Nacional, que consagra determinadas responsabilidades para cada uno de nosotros y no dice que el presidente, porque piensa lo que piensa, se puede desentender de la salud y la educación del pueblo. No dice eso. Así que quede claro: no está ausente, no se fue, desertó de sus obligaciones y destruye de manera diferente cada uno de los subsistemas. Entramos a esta etapa —lo hablábamos con los intendentes, que tienen hospitales municipales— y ¿qué es lo que les empezó a ocurrir inmediatamente? La desregulación de precios de los medicamentos.

Veíamos una lista donde los aumentos no eran comparables con la inflación de 280 por ciento que hubo al cabo de un año. Estábamos hablando de aumentos de insumos básicos para la salud y de medicamentos de 500, 700, 1000, 1600 por ciento. Es decir, que se corrió todo el aparato de seguimiento, de observación, y también de regulación y control sobre ese sector, y se armó un festival sobre las necesidades y los problemas de la gente. Porque no es algo que uno elige qué color quiere, cómo le gusta, si le va bien o le va mal. Es algo que ni siquiera sabe de qué se trata, se lo recetan y es necesario, como el caso de los remedios para las patologías crónicas. Dicen que el Estado es una organización criminal, lo dice el presidente. Lo que yo digo es que lo criminal es haber retirado al Estado de la regulación y el control del sistema de salud. Aumentan los insumos, los medicamentos, los costos. Al mismo tiempo, la gente anda sin un mango. Porque hemos experimentado estos días la caída del salario real más grande de la historia argentina, comparable con el golpe de Estado del ‘76.

En estos meses hubo una caída estrepitosa del salario real de los trabajadores formales y más todavía de los trabajadores informales privados. Entonces, estamos ante una situación donde se perdió el poder de compra con el cual todos atendían una parte de la salud por el sector privado, porque se podían comprar un remedio y ahora no pueden más, entonces subieron los costos. Al mismo tiempo, esta pérdida del poder adquisitivo vuelca cada vez más necesidades sobre el sistema público. Por eso, yo digo que estos que vinieron a privatizar, terminan estatizando, porque cada vez más a la salud, a la educación hay que atenderla a través del Estado, ya que no se puede a través del sector privado. Está el que se cayó de la prepaga y el que ya no puede comprar un remedio, entonces va al hospital municipal, lo pide. Así, esto nos cae con el aumento del costo y, al mismo tiempo, con el ataque indiscriminado sobre los recursos de cada uno de los niveles de Gobierno.

Así que el sistema público en general está en jaque con esto que ha ocurrido. Veíamos la tragicomedia de las prepagas. ¿Por qué tragicomedia? Porque vinieron, emitieron el DNU 70, desregularon el precio de las prepagas y ¿qué pasó? Se fue a cualquier lado. Se demostró algo que era evidente y obvio, que parece que una sola persona no lo sabía: Milei. En un sistema muy concentrado donde unos pocos jugadores determinan el precio, donde no hay ni competencia, sino que hay colusión, concentración, monopolio, oligopolio, todas esas formas que algunos lo llaman “falla de mercado”. Ahí está, se enteraron dolorosamente de que eran un par de empresas las que fijaban el precio. Entonces fueron a la Justicia para actuar ¿contra quién? Deberían actuar con una autodenuncia.

Lo que pasó fue que los precios subieron demasiado y recién ahí se dieron cuenta de que los fijaban unos pocos, entonces fueron a la Justicia para que los precios sean lo que deberían haber sido si no actuaba el Gobierno. Así que aprovecho para pasar un anuncio: vamos a seguir peleando para que se caiga el DNU 70 porque es el culpable y el responsable de ese y tantos otros problemas, que se los ha generado un gobierno como el que tenemos al pueblo argentino, al pueblo bonaerense. Si ahora se enteraron de lo que pasó con las prepagas, que se enteren de lo que pasó con los alimentos, con los remedios, con la nafta y con tantas otras cosas. Y que no se preocupen solo por las encuestas, sino por el pueblo en su conjunto.

Pusieron en crisis el sistema de prepagas, el sistema público en todos sus niveles, el sistema de obras sociales, porque caen los salarios reales y por supuesto que el financiamiento que surge de la contribución de los trabajadores a la obra social es cada vez menos en su poder de compra. El Gobierno puso en crisis los tres subsistemas. Pusieron, de manera estrepitosa, en crisis cada uno de los subsistemas que componen el sistema de salud. Ahora estamos en otra etapa porque pasamos la emergencia de la pandemia, pudimos contribuir y trabajar para crecer con nuestro sistema de salud, para invertir, mejorarlo e integrarlo, y de pronto viene una lluvia ácida que afecta a cada uno de los segmentos.

Entonces, cada una de las problemáticas se empieza a volver cada vez más acuciante en todos los sentidos. Así que estamos en una etapa nueva. Pero tenemos lo que se ha hecho, lo que hemos avanzado, por ejemplo en salud mental. Cada vez que vamos a un hospital y vemos que ahora hay un servicio de salud mental a mí me llena de orgullo. Cada vez que vemos cómo vamos cerrando los manicomios, me llena de orgullo por el trabajo inmenso que se ha hecho.

Llegamos a esta situación, con todo lo que se nos viene. Es un programa que pone en crisis lo que hemos construido y que pone tristemente en jaque los planes que teníamos para adelante. Han parado toda la obra en el país, en todos lados, lo mismo han hecho con las escuelas. Hemos inaugurado muchas escuelas y veníamos a un ritmo muy bueno… Y ahora cada una que inauguramos, creo que brilla un poco más. Es lo mismo, es una más, pero brilla más porque estamos en un proceso de dificultad.

Entonces, creo, y con esto termino, que acá hay un elemento central: estamos transformando el sistema de salud en la Provincia de Buenos Aires con una planificación, con un programa de trabajo que es participativo, democrático, que incluye a todos, que lo venimos elaborando entre todos. Hoy, esta situación nos encuentra un poco mejor preparados porque estamos mucho más organizados, sabemos adónde queremos ir, el esfuerzo que hemos puesto, lo que hemos hecho y todo lo que falta también. Pero creo que la clave central se encuentra en que este trabajo ha sido realmente tan laborioso y tan masivo, que implicó a miles y miles de trabajadores y trabajadoras en toda la provincia de Buenos Aires. Por eso, me animo a decir que que aunque quieran destruirlo y lo ataquen, lo desfinancien, aunque le tiren con todo, lo vamos a defender y no van a poder destruir todo lo que hemos hecho porque somos hoy guardianes del esfuerzo colectivo que hizo un pueblo para estar mejor, para que se reconozcan sus derechos, para que no les falte nada, fruto de un esfuerzo además que no es un esfuerzo sólo individual sino que es un esfuerzo colectivo y un esfuerzo solidario. 

Lo hemos hecho en todos los rincones de la provincia de Buenos Aires, tenemos que ser guardianes de eso que hemos logrado, y, sobre todo, garantes de que siga pasando, de que podamos seguir invirtiendo, incluyendo, transformando, avanzando, de que cada vez tengamos una provincia que esté orgullosa, de que nadie se quede sin atención médica no importa dónde, ni cómo, ni cuánto. Que haya un Estado presente que resuelva los problemas de su pueblo.

Muchísimas gracias.