Muchas gracias a todos y a todas. En primer lugar, agradecerle a Florencia Saintout, presidenta del Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires, pero sobre todo a Alfredo Lazzeretti, rector de la Universidad Nacional de Mar del Plata; a Flavia Terigi, rectora de la Universidad Nacional de General Sarmiento; a Beatriz Gentile, rectora de la Universidad del Comahue, por acompañarnos hoy y a todos los rectores, las rectoras, los decanos y las decanas de universidades públicas nacionales y provinciales que nos acompañan, porque recién se hablaba de la movilización, y protagonizaron y convocaron a un hecho que va a quedar marcado en la historia de la Argentina. Así que muchas gracias.
La Feria del Libro —espacio al que hemos concurrido en estos años y también al que me tocó concurrir desde otros lugares institucionales— tiene la particularidad de ser bastante estricta en dos cosas. La primera, en la capacidad, sé que quedó gente afuera. Un saludo a los que están afuera. La segunda, tiene un tema con la puntualidad, así que vamos a tratar de concluir a tiempo.
Escuchaba las intervenciones de los rectores y las rectoras donde hablaban de la temática que nos convoca: el vínculo entre la universidad pública, el desarrollo nacional y el pensamiento crítico, y notaba que lo que sobrevuela en cada una de las intervenciones es algo con lo que estoy profundamente de acuerdo que es que hay una absoluta correspondencia entre la necesidad de la universidad pública, la historia de la universidad pública y los procesos de desarrollo nacional, incluso en sus avances y retrocesos, de manera espasmódica y coyuntural, pero también de manera histórica. Y la Argentina tiene una peculiaridad que se expresa de muchas maneras.
Siempre Cristina menciona una frase de Simon Kuznets, premio nobel de Economía, que dice que cuando se estudian los casos de desarrollo nacional de todos los países y se quiere clasificar, se lo hace en cuatro casos distintos: los desarrollados, los que están en vías de desarrollo, Japón y Argentina. Son los cuatro tipos de países de todo el planeta y lo dice un premio nobel norteamericano que se proponía clasificar casos en el desarrollo económico mundial. Y tomó como excepción a Japón y a la Argentina, que interesa por su carácter excepcional hasta a Kuznets, un autor muy importante para nosotros los economistas. Ustedes saben que los países carecían de estadísticas prácticamente. Estadísticas nacionales.
Por ejemplo, no se conocía el producto bruto interno de un país, todo esto que en la actualidad se publica periódicamente, no se conocía. Se empezó a estudiar, a sistematizar y, en cada país, a trabajar con esas estadísticas como una información pública y necesaria a partir de la Crisis del ‘30 y, particularmente, a partir del surgimiento de la llamada macroeconomía de Keynes. Porque tenía algún sentido tomar a la economía nacional como un todo y preguntarse cuál era el vínculo entre los diferentes aspectos cuantitativos de su devenir. La macroeconomía.
Y, entonces, empezó a tener que computar diferentes variables macroeconómicas. Y en el caso de la “Teoría del Desarrollo” pasó algo parecido. No había series largas, o sea ese trabajo tiene que ver no sólo con caracterizar o con marcar los tipos de desarrollo, sino también con poner un interrogante sobre cómo evolucionan las sociedades, no en la macro de cada momento sino en un largo plazo. Estudiando todas esas estadísticas, este hombre dice que la Argentina es particular, es excepcional. ¿Qué quiere decir esto? Que no encaja en otras categorías, que tiene rasgos específicos, propios y distintos que la convierten en uno de los casos especiales de desarrollo en el mundo.
No voy a detenerme en por qué Kuznets explica que esto es así para el caso de la Argentina, pero sí quiero decir que una de sus particularidades entre tantas, no mencionada en estos estudios que son más cuantitativos, algo que la distingue del resto del mundo, es su universidad pública. El caso de la universidad pública argentina, en varios aspectos, es un patrimonio que se reconoce a nivel universal. Y esto me llamó mucho la atención porque en un momento me puse a ver algunas cuestiones sobre el Mayo francés y me encontré con la sorpresa de que había pintadas que remitían a la Reforma Universitaria argentina de 1918. Es decir, la universidad pública argentina no sólo es peculiar, particular y especial cuando uno la mira en perspectiva y desde ahora, sino que la Reforma Universitaria, constitutiva de las características que tiene nuestra universidad, es también algo llamativo a nivel mundial. Lo que pasó, obviamente, se involucra en un proceso y en un momento mundial y nacional porque está asociado.
Esos hitos de la universidad, de la Reforma y de su carácter autónomo, del cogobierno, de diferentes rasgos que surgen del proceso de reforma universitaria que se inicia en Córdoba, fue una llamarada nacional, continental y, también, mundial. Y que es constitutivo y particular de nuestro modelo y nuestro tipo de universidad. De la misma manera que lo es la gratuidad del ‘49. Es decir que pocos países tienen un sistema de universidades públicas gratuitas, cogobernadas y autónomas como el que tenemos nosotros. Y me parece importante porque creo que hubo un inmenso error de cálculo en el ataque despiadado e idiota —permítanme decirlo con términos técnicos— que llevó adelante el actual Gobierno a nuestra universidad pública. Idiota digo porque no sólo era mayormente falso en sus afirmaciones, sino que pecaba de un absoluto desconocimiento de lo que estaba criticando.
Es imposible criticar algo que se desconoce por completo, si además se lo desprecia y se lo envidia. Entonces, no se trata de una crítica importante, interesante. Esto de las auditorías, del adoctrinamiento. Adolecen de muchísimos defectos estas críticas, pero principalmente de estupidez e ignorancia. No saben ni de qué se trata la universidad pública. Ahora, el otro problema que involucra las mismas fallas, es la oportunidad, la magnitud y la decisión de atacar a la universidad pública.
Una cosa que me resultó llamativa de este ataque del Gobierno fue la manera de ensañarse con la universidad pública, como si hubiesen dicho: ahora sí agarramos algo que vamos a destruir y que vamos a matar y en lo que nadie va a tener interés porque es algo de privilegio, de una pequeña minoría, es un nicho. Entonces vamos a darle a la universidad y nos anotamos un poroto. Lo que me llama la atención, que también se mencionó, es que ese error de atacar a la universidad no es la primera vez que se comete. Cuando, llamativamente, los gobiernos de esta orientación, en general tienen, prima facie, un tema de ajuste, una cuestión presupuestaria, de déficit. En ese sentido, el presupuesto de la universidad pública argentina, con toda su magnitud, con todo su esplendor, con todos sus defectos, pero con su dimensión, es insignificante. No se va a resolver ningún problema presupuestario de déficit ni de nada al cortar el presupuesto universitario. Por eso digo que era innecesario desde el punto de vista del proyecto en su conjunto.
Y, sin embargo, decidieron agarrársela con la universidad pública argentina. Y digo, esto como una particularidad: si les salía bien, no ganaban nada, prácticamente, por lo menos en el terreno del plan de corto plazo macroeconómico que tenían. Como cuando dicen que el problema son los funcionarios públicos de los gobiernos. Yo hacía un cálculo: pensaba en todos los funcionarios públicos del Gobierno de la provincia de Buenos Aires de cierta jerarquía, los que serían funcionarios políticos en el organigrama, si uno recortara todos esos cargos, o sea, si decapitara el gobierno, o si, por el contrario, los convirtiera en ad honorem, absolutamente gratuitos, así se ahorraría un 0,37 por ciento del presupuesto de la Provincia. También es irrelevante. Es decir que este error de ir a fondo con cuestiones intrascendentes es repetido. Pero el problema es que deberían, por lo menos, si no entienden nada de lo que están haciendo, haber tomado nota de algunas experiencias previas de otros gobiernos neoliberales que también se ensañaron con la universidad.
En el caso de nuestra provincia de Buenos Aires, había una reciente, similar, aledaña, que fue cuando Vidal también eligió como enemigo al sistema educativo de la Provincia. No a las universidades. Nosotros tenemos sólo dos universidades provinciales. Pero Vidal, gobernadora en la época de Macri y gobernadora de una experiencia neoliberal, ajustadora, eligió de enemigo al sistema educativo bonaerense. Y, para su sorpresa, le fue muy mal. ¿En qué sentido? En que empezaron con estas cosas de recortar, de reemplazar por voluntariado a los maestros y las maestras. Y partían de la base de un diagnóstico totalmente falso, parecido al de hoy, que es creer que existe un desprecio y desinterés generalizados. Y se metieron con la escuela pública. Y también fue un enorme fracaso.
Creo que de todos los fracasos de Vidal, de todas las políticas que llevó adelante, en su autocrítica posterior, la única que señaló como un error fue haberse metido con el sistema educativo. Haber hecho una cruzada, una guerra santa contra la educación pública en la provincia de Buenos Aires. Entonces, veníamos de una experiencia reciente donde alguien despertó una reacción inesperada con algo que pensaba que era positivo y que iba a ganar la pelea, o que por lo menos iba a concitar apoyos. Pero lo llamativo es que cada vez que hay una experiencia neoliberal en la Argentina va contra la universidad pública y gratuita. Por eso, coincido en que hay que hacer un esfuerzo simplemente para comprender qué estamos defendiendo y entender qué están atacando. No es un tema de plata el ataque a la universidad pública. No es un tema de ajuste. Es otra cuestión. Así que me parece pertinente, relevante, preguntarse qué es lo que tanto les molesta de la universidad pública.
En mi experiencia personal, estuve presente en varias de estas embestidas. Recuerdo lo de la Ley de Educación Superior en los ‘90, que abría la puerta al arancel. Ni siquiera era un arancelamiento descarnado y frontal. Era que abría la puerta al arancel. Después, recuerdo la época de López Murphy, pero me acuerdo también algunos ataques a la universidad que no fueron sólo del Gobierno nacional, sino que eran discusiones y que aparecían como reformas de planes de estudio, como achicamiento y acortamiento de las carreras y de los programas, que a veces aparecían desde el interior de las instituciones, en mi caso de la Universidad de Buenos Aires. Aclaro que fui a la Universidad de Buenos Aires. Aclaro, porque ahora no todo lo que se dice hay que tomarlo como cierto.
Entonces había una propuesta de reforma universitaria desde adentro de la universidad que también fue fuertemente resistida en las calles, que era acortamiento de los planes de estudio, achicamiento, que parecía un tema presupuestario, pero de nuevo, y sobre esto es que quiero llamar la atención: el ataque a la universidad pública argentina no es un hecho principalmente presupuestario, que quede claro. Si bien tiene un elemento presupuestario, no es lo que importa, no es lo que pesa. Entonces hay que preguntarse por qué. Y me tocó participar de todos esos episodios, hubo varios más, porque recuerdo haber marchado muchas veces en defensa de la universidad pública argentina. El otro día se preguntaban qué hacía en esa manifestación el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires. Les explico qué hago: es imposible para mí no ir a una marcha que defiende la universidad pública.
Ya se intentó muchas veces, por eso llama la atención esto de tropezar con la misma piedra, de repetir lo mismo, que vuelvan a una embestida de la universidad pública. Creo que se pegaron un flor de susto y una enorme sorpresa. No esperaban una defensa de la universidad pública con lo masiva que fue, realmente pocas veces vista. Creo que lo que pasó fue histórico. Y tratando de explicar por qué la masividad y por qué lo histórico, vuelvo al principio. La universidad pública argentina es un hecho, una criatura, un aspecto emblemático de la Argentina. Es una conquista, es un derecho que está consagrado entre los derechos de los argentinos y las argentinas, que tiene que ver con el radicalismo, con el peronismo, que tiene que ver, también, con determinado modelo de país, que a esto se refería Kuznets: no se puede catalogar porque tiene ciertos atributos particulares y eso se expresa, se ve y se observa también en esta particularidad, su universidad pública.
La Argentina tiene su bandera, su escudo, su himno y tiene su universidad pública. ¿Qué fibra se tocó? Ninguno de los concurrentes pudo recorrer demasiado la marcha, era tremendamente compacta, inmensa y además fue federal, en todo el país, eso impidió hacer un pequeño inventario de qué sectores marcharon y para qué. Pero, evidentemente, se tocó en la universidad, en la defensa de la universidad y en el ataque a la universidad, una fibra muy sensible, que tiene que ver con las particularidades de la Argentina y con las aspiraciones de los argentinos y las argentinas.
Nosotros, en el peronismo hablamos del modelo social ascendente o de la posibilidad de que los hijos y las hijas de los trabajadores vivan mejor que sus padres, madres, abuelos y abuelas, para que cada generación tenga un avance. Y la masividad que tiene la universidad en la Argentina, es claramente uno de los mecanismos, una de las herramientas más poderosas que tiene. No sólo para el que va. En esta marcha había gente defendiendo la universidad que no iba a la universidad, que la defendía porque tal vez sus hijos, hijas, sus nietos y nietas, podrían ir a la universidad y veía como una privación, no de un derecho actual y efectivo, sino de una potencialidad y de un instrumento, de un verdadero mecanismo que si se rompía, se rompen también otros imaginarios y otros símbolos que tenemos sobre la Argentina que queremos nosotros y que, como vemos, quiere buena parte de nuestro pueblo.
Así que el ataque a la universidad es el ataque al progreso, a la posibilidad de progreso, al futuro. En eso se está simbolizando y confluyendo, condensándose muchos de los aspectos que están en peligro, todos. La universidad, pero todos los demás también. Porque la universidad, con esa particularidad institucional que tiene, la que le da la autonomía, una autonomía siempre en construcción y en discusión, porque también hay acepciones o interpretaciones bastante retrógradas y uno casi diría reaccionarias de la autonomía. La autonomía como un nicho, la autonomía como la torre de marfil, la autonomía como la posibilidad y la obligación de sostener una universidad separada y junta de los procesos y las problemáticas sociales, populares. Entonces, en ese sentido, me parece que la defensa de la universidad se dijo, y en la masividad de su defensa, se dijeron muchísimas cosas.
Y ahí creo que hay dos cuestiones que están marcadas en el título: el desarrollo nacional y el pensamiento crítico. Son dos cosas de las que todos podríamos hablar positivamente. Ambas cosas es muy improbable que existan sin universidad, tanto el desarrollo nacional como el pensamiento crítico. Arriesgo esta hipótesis: me parece que se estaba defendiendo a la universidad como fuente, como instrumento para el desarrollo nacional y el pensamiento crítico. Pero también hubo quienes estaban defendiendo el pensamiento crítico y el desarrollo nacional y no tanto la universidad. Por eso fue tan masiva. Porque marcó y señaló una problemática.
Creo que esto mismo, por contraste, es lo que está atacando el Gobierno nacional, y es un ataque masivo a muchas cosas, ya lo hemos visto. Porque, además, la universidad es el Estado. Y el Estado está bajo ataque. Imagínense que si quieren dinamitar el Banco Central, qué le espera a las universidades. Y así sucesivamente. Entonces me parece que también hubo una defensa de lo público y del Estado. Y hubo cuestiones absolutamente extraordinarias y novedosas, el apoyo de estudiantes y docentes de universidades privadas a la universidad pública, marchando o expresándose. Me parece que es un hito de época, esto de la marcha del otro día, que a nosotros nos tiene que permitir reflexionar, porque entre tantas acciones y los objetivos de destrucción que tiene el Gobierno nacional está la universidad pública, pero hay muchas cosas más en juego. Entonces hay que saber interpretar lo que pasó, interpelarse sobre eso, porque al defender la universidad estamos defendiendo muchas cosas más.
Y acá viene la cuestión de que la universidad pública, gratuita, argentina, tiene que ver también, o su existencia remite, o está vinculada, o está determinada casi por otras peculiaridades. Y entre esas peculiaridades me parece que juega un papel muy importante algo que también es privativo de la Argentina y que tiene que ver con esto de los modelos de país. Me parece que una cuestión que pasa en la Argentina, y no en otras sociedades, es que cuando uno dice que hay derecho a la salud, derecho a la educación, derecho al trabajo, derecho a la vivienda, derecho a la infraestructura, derecho al goce, al disfrute, derecho a la lectura, derecho a la universidad, cuando uno empieza a mencionar todos estos derechos, lo que uno encuentra es que socialmente, el grueso, diría casi todos, cree que esos derechos existen, están.
Inauguramos una escuela en un lugar donde se pide una escuela. Nosotros en el Gobierno de la provincia inauguramos 221 escuelas, pero una escuela en un paraje lejano, en un lugar que se esperaba la escuela hace 20, 30, 40, 60 años, donde ha habido juntada de firmas, luchas, que capaz se empezó la obra, se detuvo, se prometió 300 veces, aparece esa escuela, uno la va a inaugurar, viene la comunidad, está muy emocionada, muy conmovida y lo primero que te pide es otra escuela, y hay quienes se quejan de eso. Yo creo que es exactamente al revés, que ese no es el problema, esa es la solución.
¿Por qué piden otra escuela? Porque saben, agradecen o reconocen que apareció la que necesitaban, pero se dan cuenta de que hace falta otra y que tienen derecho a pedirla, no se van a conformar ahí. Es cierto que buena parte de los derechos en la Argentina están en cuestión, están limitados, no pueden ser efectivos, pero contamos con un pueblo que considera que son derechos. Vendría a ser, para decirlo sintéticamente, que ya está, ganó Evita en la Argentina. Ella estaba expresando algo que forma parte de la cultura argentina. Y existen otros países —muchos de ellos desarrollados— donde hay quienes no se creen sujetos de derecho o se han resignado después de generaciones y de mucho tiempo de no conseguir, no acceder. Ya piensan que eso no existe más, así que consideran que ni siquiera vale la pena pedirlo, ni protestar, ni organizarse porque igual no va a llegar nunca.
Nosotros tenemos 25 universidades nacionales en el territorio de la provincia de Buenos Aires. Tenemos 25 nacionales y 2 provinciales. Y me acuerdo cuando Vidal decía que los pobres no llegan a la universidad y Macri decía que no iban a abrir más universidades nacionales. Yo quiero decir que en la provincia de Buenos Aires hemos trabajado mucho en un programa que se llama Puentes, que consiste en abrir centros universitarios. Pretendemos abrir estos centros en casi todos los municipios de la Provincia. Así que, ni cerrar las que hay, ni parar y conformarse con las que tenemos.
Estamos expandiendo el sistema universitario en la provincia de Buenos Aires porque hay una necesidad. ¿Y por qué es una necesidad? Uno dice que cuando hay una necesidad, nace un derecho, pero el tema es que alguien tiene que hacerse cargo de ese derecho, asumirlo como un derecho, pelear por ese derecho, luchar, para que, después, cuando esté bajo ataque, se tome como un derecho que hay que defender, que es producto de una lucha, pero que su subsistencia, su supervivencia es también resultado de esa lucha. Entonces, creo que la existencia de una universidad pública y gratuita, que nunca pudieron cerrar ni arancelar, ni derrotar, es producto de esta particularidad argentina que nos distingue de otros países en un tiempo en el que el peligro que estamos viendo es que hay un intento, una especie de intento refundacional, revolucionario le dicen, porque quieren modificar elementos estructurales de la Argentina.
¿Y cuál es el elemento central, estructural, según mi forma de ver, que hay que proteger y cuidar más? Nosotros tenemos universidad pública porque también tenemos una ciencia, un pensamiento crítico, un sistema de investigación científico-tecnológico, que busca la soberanía, que es nacional, que busca el pensamiento original. No nos conformamos con que la ciencia sea toda importada, con que el conocimiento venga de afuera o se adecúe a otras realidades, y tenemos todo eso porque tenemos una industria argentina. Esto no quiere decir que si solamente tuviéramos un país extractivista no cabría de ninguna manera una universidad pública o universidad en algún tamaño.
Cabría, lo que pasa es que no tendría función, porque toda la gracia de la universidad pública autónoma es que tenga, que genere y produzca ciencia, conocimiento autónomo, autónomo en el mejor sentido, y que eso participe de un proceso productivo autónomo, propio, nacional y soberano. Es decir que es todo parte de lo mismo. Entonces, creo que se ataca a la universidad porque, consciente o inconscientemente, se dan cuenta, detectan que ahí en la universidad hay un germen, hay una llama de algo que no se condice con el proyecto que tienen, que no tiene cabida, que no tiene lugar y que hay que erradicarlo. Porque, de la misma manera la industria nacional y la industria satelital, la industria nuclear, no se podrían tener sin el CONICET, sin las universidades.
De la misma manera, si uno quiere destruir eso, necesita que el cerebro de todo eso, el nervio de todo eso, también sea destruido, tal vez por anticipado. Y esto va para las ciencias naturales, las naturales aplicadas, las ingenierías, la informática, va para todo, y agrego, porque está particularmente bajo ataque, las ciencias sociales y humanas, que son las que estarían generando algún consenso, incluso, con sectores defensores de la universidad pública y gratuita, que consideran que si van a inventar el diseño de un motor, eso está bien que lo paguemos entre todos. Ahora, si van a estudiar historia, literatura, sociología, que se lo paguen ellos.
Y es al revés, el lugar donde es absolutamente imprescindible que haya una universidad pública, es en el que se abordan el tipo de saberes que sólo pueden existir, surgir y desarrollarse en una universidad pública, que tienen que ver con las ciencias sociales y con las ciencias humanas. ¿Por qué? Porque el sector privado, el sector productivo, las grandes empresas, los monopolios, tienen a veces hasta su propia universidad y las financian ¿Y para qué la usan? Para la innovación tecnológica, el desarrollo de productos, para generar elementos vinculados a la rentabilidad. Obviamente, hay otro elemento que es la ciencia básica, que en general el sector privado nunca hace porque no trae un resultado económico directo.
Entonces puede dedicarse a desarrollar software o alguna ingeniería, pero a pensar los principios que generan eso el sistema privado no invierte en eso. Porque invierte en algo que a mediano plazo le da una rentabilidad, una ganancia, o le genera un producto que es más barato o nuevo. En cambio, lo otro ¿quién lo va a estudiar? ¿Quién va a pensar? Para transformar la sociedad hay que conocerla, y la sociedad y el pueblo necesitan pensarse a sí mismos también. Todo esto, ¿quién lo va a escribir? ¿Quién va a escribir la historia argentina? ¿Quién va a, no sólo generar y producir literatura o cultura, sino también a estudiarla, a pensarla, a desarrollar y a contarla? Eso, desde mi punto de vista, sólo lo puede hacer la universidad pública, por lo menos con la potencia y la urgencia que necesitamos.
Entonces, me parece que el ataque a la universidad tiene que ver con que no quieren un modelo de desarrollo industrial, un modelo de desarrollo autónomo, de desarrollo soberano. No quieren soberanía, que se expresa de varias maneras. Lo nacional no les importa; lo nacional parece que para ellos está vinculado a lo caro y lo malo. Ahora, ¿quién va a escribir la historia argentina? ¿Quién va escribir la historia de estos conflictos, de estos problemas? ¿Quién va a hablar sobre los desafíos? ¿Quién va a crear una agenda de desarrollo no sólo en términos estrictamente fabriles, ingenieriles o productivos, sino materiales, sino también una agenda de desarrollo simbólico, histórico, político. Bueno, la universidad pública. Otra mala noticia para el gobierno de Milei: la universidad pública hace política, hace política por naturaleza. Y esto no es adoctrinamiento.
Recuerdo, también, que cuando era estudiante estaba en la facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires —tengo más o menos la misma edad de Milei— no cursé ninguna materia con él porque no fue a esa universidad, fue a otra. En esa facultad nos quejábamos del pensamiento único, de que se enseñara Economía desde una sola escuela de pensamiento económico, desde una corriente principal, mainstream la llamamos los economistas. Y esa corriente era la de Milei, más o menos, porque no era estrictamente austríaca.
Y nos quejábamos de que en Económicas no se enseñaba ni a Keynes, ni a Marx, ni siquiera a Adam Smith. Se enseñaban manuales, elaborados como papilla pre masticada por editoriales de los países centrales, traducidos a todos los idiomas, que era el saber estándar y convencional de lo que tenía que saber un economista. Y era una especie de manual que, además, tenía ese problema como pensamiento único, que era que se consideraba epistemológicamente como “la verdad”. Y había, a veces, recuadros que hablaban de algún autor anterior o que pensaba distinto como una especie de excentricidad o nota de color, una manera de aclarar que existían unos tipos que decían otras cosas, pero que ya estaban muertos o que nadie los escuchaba.
Así que nosotros nos quejábamos de ese pensamiento único, de que faltaba pluralismo —y, por lo tanto, faltaba una mirada más general y más coral— y de que se enseñara una sola escuela de pensamiento, que era la de Milei prácticamente. Él dirá que no, porque eso es austriaco, no neoclásico, pero son detalles dentro de las familias de escuelas económicas. Ahora, nunca nos animamos a decir que había adoctrinamiento, porque decir que un profesor, aun si da un sólo manual, está adoctrinando a los alumnos y a las alumnas en el marco de la universidad pública, es un acto de ignorancia, de una estupidez muy grande. Como si un profesor en la universidad dijera que esto es ABC y todos salieran repitiendo como un rebaño que eso es ABC.
Al revés, lo que nos pasa a los profesores universitarios es que te discuten todo. Así que pensar que lo que ocurre dentro de las aulas de la universidad pública es adoctrinamiento, lo que exhibe simplemente es la vocación y la voluntad que tienen de adoctrinar en lo que ellos creen que es la verdad. Es el espejo de lo que ellos quieren hacer, pero no lo que pasa en la universidad pública. Está en las antípodas, a kilómetros de lo que pasa todos los días en las aulas de la universidad pública.
Así que ahí tenemos un elemento que me parece que es central. Lo que me parece es que la universidad pública argentina es constitutiva, es parte del ADN y de los patrimonios que tenemos los argentinos y las argentinas. Que eso se salió a defender, que se equivocaron atacando la universidad pública y que la van a seguir atacando porque lo que quieren no es erradicar o terminar, no es ni presupuestario, ni siquiera de la universidad pública, sino lo que la universidad pública simboliza, lo que emana y lo que es en potencia y lo que posibilita: que haya pensamiento crítico, que la sociedad se construya a sí misma en lo simbólico, que diversas formas culturales, históricas, teóricas tengan vida y proliferen.
Posibilita, también, que la ciencia argentina le dé una potencia —que si no, no podrían tener de ninguna manera— a la industria argentina y la producción nacional. Y no me estoy refiriendo sólo a la industria y la producción. Decía recién, por ejemplo, a lo agropecuario, porque las semillas del INTA, las variedades, las cuestiones genéticas, las que tienen que ver con fertilizantes, con sus efectos, todo eso sale del sistema científico. Es decir que lo que quieren al atacar la universidad es llevarse puesto el futuro de este país. No porque sólo la universidad expresa el futuro, o porque no haya futuro sin universidad, sino porque se quieren llevar el futuro posible que queremos de un país más justo, más igualitario, más desarrollado, también más soberano, de un país que realmente exprese todas sus capacidades, que convierta a esos recursos naturales en riqueza y que esa riqueza la distribuya, básicamente.
Lo peligroso es eso: que nos quieran convertir en algo primarizado y precarizado. Que no es una fantasía porque en países cercanos, de nuestra región, ya pasó. Tenían industria, tenían una industrialización sustitutiva nacida de manera parecida. Por ejemplo, como sucedió en Chile con Pinochet.; en Perú con Fujimori. Ambos países sufrieron procesos de fuerte desindustrialización que les quitaron capacidades. Para imponer ese tipo de país — primarizado, precarizado y, además, tremendamente dependiente y extractivista— se necesita que no haya universidad pública. Se dan cuenta de que una de las trabas para que conviertan a la Argentina en ese país que quieren es la existencia de la universidad pública argentina, por eso la atacan.
Saben que es un actor central para defender el país que queremos, para escribir nuestra historia, que no es la historia necesariamente oficial o de las corrientes dominantes —que son las otras historias—, que es lo que necesitamos para poner en valor a nuestros pueblos originarios, a nuestra enorme diversidad cultural. Nos pasa en la provincia de Buenos Aires. Nuestro modelo de país, lo que nosotros queremos, lo que tenemos en parte, lo que en comparación con otros lugares tenemos mucho, pero que nos falta tanto, eso requiere y necesita de la universidad. Sin universidad es imposible. Por eso, me da la impresión de que tocaron una fibra sensible y que, por suerte, es de millones de argentinos y argentinas. Así que yo les diría que se vayan olvidando porque no van a poder privatizarla, no van a poder arancelarla, no van a poder cerrarla porque la defiende el pueblo.
Gracias.